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jueves, 22 de abril de 2010

CENTINELA 10 de abril 2010
Jared Laureles

La pluma de Scherer


Miedo, impaciencia, vulnerabilidad y desasosiego, Julio Scherer se dirige al lugar del encuentro. “Si el Diablo me ofrece una entrevista, voy a los infiernos…” Valiente, aguerrido, curioso y con una adrenalina que acalora su cuerpo, mira al capo.

Hombre erguido, imperioso y de más de 1.80 de estatura. Pronuncia 60 años pero con fortaleza corporal y juventud intelectual. Desde joven involucrado “nomas” en el narcotráfico; actualmente líder del cartel más poderoso. Vive atemorizado de ser atrapado y a expensas de ser traicionado, como cualquier capo. Hoy, le llora a su hijo “Vicentillo”.

¿Grabamos?, silencio dijo el capo. Insiste Scherer - tengo muchas preguntas-, Otro día. Tiene mi palabra, indicó Zambada. Don Julio no consiguió la entrevista que yacía en su interior, pero logró un testimonio peculiar asomándose al alma del entrevistado.

Scherer no es el periodista emblemático de la ruptura con el poder, ni un portavoz de delincuentes (como muchos lo han archivado); es simbólico por ser expresión pura del buen periodismo de los últimos cien años. Se sabe periodista: un hombre con humildad y calidad humana que ha informado, dialogado, entrevistado: más que editado o transcrito una entrevista, ha cimentado su nombre a lo largo de 64 años en el incansable y arduo periodismo.

¿Por qué eligió Zambada a Scherer y no a otro periodista? Hablar para el semanario más importante de México, Proceso, se traducía en un eco que golpeaba fibras delicadas del poder. Y dialogó con Julio por su profesionalismo y trayectoria: He leído sus libros y usted no miente, confiesa “El Mayo”. ¡Si las autoridades no lo encuentran es porque no han podido o no han querido!

El debatible reportaje y polémico encuentro entre Ismael Zambada y Julio Scherer son objeto de telas de juicio por aquellos que se dicen reporteros. Impugnadores ante la pluma de investigación y optimistas con el trabajo de foro, desvirtúan el ejercicio periodístico: el ejercicio de indagar e informar, el contacto directo con el hecho, el testimonio, la vida.

¿Se puede entrevistar a un capo del narcotráfico? Sí. El periodista es servicial a la noticia y la curiosidad, con los riesgos que ello implique. ¿El periodista debe entrevistar a delincuentes? Sí, pero con corbata, formalmente los políticos convocan a ruedas de prensa.

El mensaje es frío en las palabras: “es una guerra perdida”; “si me atrapan o me matan, nada cambia”. “El narco en la sociedad, arraigado como la corrupción”. “Al Presidente lo engañan sus colaboradores y le informan de avances que no se dan”. La fotografía es exquisita e incondicional al encuentro: probaba la veracidad del encuentro con el capo, y la veracidad es pilar de la palabra del periodista.

¿Periodismo o propaganda? Las autoridades se muerden la lengua y señalan como propaganda una entrevista periodística. ¿Y los spots federales de capturas audaces, no son eficaces?... Entonces tiran millones de impuestos a la basura tratando de convencernos quién es quien gana la guerra. Si Felipe Calderón insiste en no hablar mal de México y jura que el problema es de las percepciones, deberíamos poner más atención a los spots.

Si el maestro Scherer publica en espacios posteriores un libro en el que incluya las palabras de “El Mayo” y el encuentro con “El Chapo” que no nos sorprenda. Es digno de publicarlo porque Scherer no escribe para la historia, sino para el hombre. Hay que reconocer el buen periodismo ahora que tenemos entre nosotros a un grande del ejercicio, porque después habrá que criticar el que ya no esté. ¡Felicidades maestro! por tus recién cumplidos 84 años.

¿Lo que publicó Proceso fue todo lo que se dijo en aquél encuentro? Por supuesto que no. Debe haber sido una plática prolongada, con la adrenalina cobijando a Scherer y el tiempo estrujando a Zambada; pero escribe la palabra correcta en el lugar correcto: el color del interés humano… la tinta de Scherer.

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