Construyendo Terrorismo
Wilma Bermúdez
Será a caso que nuestro país presenta tan alta vulnerabilidad, que con tan sólo un par de latas de jugo y unas luces de color puede hacerse creer que se trata de un atentado terrorista –y es que la situación, hasta risa da.
Quien diría que un fanático religioso de nombre José Mar Flores Pereira, procedente de Bolivia y residente en México desde hace 17 años, tendría en vilo a las autoridades a primeras horas de la tarde del pasado miércoles, en un recorrido de Cancún al aeropuerto Internacional Benito Juárez.
Y tan sólo a dos días de la conmemoración de los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos, donde perecieron alrededor de 2 mil 973 personas después de que un grupo de islámicos secuestrarán cuatro aviones que fueron a estrellarse contra las Torres Gemelas de Nueva York, el Pentágono, en Washington; y un cuarto avión en Somerset, al este de Pittsburgh. Y es que ahora había que hacerla pero a la mexicana.
Pero esta vez, ¿con qué fines? En aquél entonces el derrumbe de las torres Gemelas trajo consigo la guerra en Afganistán e Irak y con esto la perdida de incontables vidas. ¿Esta vez se tratará de una acción que lleva consigo objetivos políticos? Bajo esta lógica, ¿qué sigue?
En nuestro país prolifera un régimen guiado por intereses, siendo así, ¿hablamos de un distractor? Quizá tenga algo que ver con la nueva implementación del Paquete Económico y es que así se nos ha acostumbrado, cada vez que la cosa se pone difícil algo sucede. Pero esta vez se requerirá más que un discurso para convencer. Pues finalmente bien diría nuestro profeta “viene un terremoto como nunca antes lo ha habido”, y esto refiriéndonos a la economía, y con ello a la inminente pobreza.
miércoles, 24 de marzo de 2010
jueves, 18 de marzo de 2010
Febrero 28, 2010
CENTINELA
Jared Laureles
“Ni independencia ni revolución”
Quiero comenzar por citar las palabras adecuadas de Lorenzo Meyer publicadas en diario Reforma: “En un país donde la política parece de caricatura, la auténtica caricatura puede ser alta política”. Y es que no hay mejor síntesis que hacer de la ironía periodística una estrofa de poesía para pintar la reciente publicación de Eduardo del Río, Rius, 2010, ni independencia ni revolución.
La información y el periodista no son sólo reprimidos. La caricatura política también es objeto de ello. Rius se encuentra entre aquellos moneros que han sido censurados; pero hoy tiene un trozo de carbón ancho y páginas en blanco por esculpir.
Rius no lo esperaba, quizás pensaba que nos encontrábamos festejando la victoria de la Selección Mexicana frente a Bolivia como orgulloso mexicano, o que estábamos en el espectáculo vecino de luz y sonido, o enfriándonos la razón a golpes en la pista de hielo: se sorprendió al ver el grado de convocatoria para su exposición en la XXXI Feria Internacional del Libro (poco más de 350 personas, y otras tantas afuera sin lugar, llenaron la pequeña sala): “que alguien me haga el favor de decirles que ya no cabe otra pulga más”, dijo Rius.
La presentación del libro Ni independencia ni revolución llega para generar un brote en el pensamiento y la reflexión; da cabida a hacernos dos preguntas que se mencionaron en la exposición: ¿de dónde venimos? y ¿hacia dónde vamos? Así deberíamos concebir cada celebración de la independencia: reflexionando, analizando, preguntando, releyendo, observando, platicando.
Quiero retomar alguno de sus argumentos-propuestas –la más importante y significativa-que señaló durante la muestra para colaborar con la celebración del Bicentenario: “agregar al desfile de la Revolución el narcotráfico”; y es que no pudo ser tan patriótico y respetuoso, porque ya están los deportistas, militares y, el Presidente; pero se olvidaban de “El Chapo”: el narco consentido de éstos nueve años. Comparto con el maestro, el narcotráfico es una estructura que ha trascendido fronteras y es el único claro indicio de las grandes exportaciones que genera el país, finge como pilar económico.
La conmemoración del Centenario de la Revolución y el Bicentenario de la Independencia, son motivo de celebrar. De celebrar qué, ¿Independencia?; pues no que México necesita inversión extranjera para PEMEX y, en el menor de los casos, nuestra economía está golpeada por la crisis del país vecino. ¿Conmemorar la Revolución?, una revolución que sostuvo su fuerza en el pueblo para que llegara un “cabrón” a sentarse, que dicte y mande a redactar los libros de texto y creamos en la falacia de personajes de la revolución, su revolución.
Rius no es historiador ni investigador, pero en casi 200 páginas cuenta la historia de México, desde la prehistoria hasta el presente. Estamos próximos a las celebraciones patrióticas, con deslealtad política; de libertad, con Ciudad Juárez narco-militarizada; de Justicia, sin respetar los Acuerdos de San Andrés; y de orgulloso de ser mexicano, cuando no hay mexicano sin Estado de Derecho.
El 2010 para México pinta virtuoso: habrá eventos deportivos sobre Paseo de la Reforma; culturales, donde haya espacio para ello; espectáculos de luz y sonido; programas de televisión que hinchen el ego mexicano, y hasta un circo político que acabará por colmar la paciencia y esperanza del mexicano.
Es claro el mensaje, es nítida la caricatura: todo será festejo, celebración y alegría –con cargo al erario público-, pero no una digna conmemoración. La situación actual del país da propiedad para que, con las condiciones sociales, políticas y económicas, estemos lejos de la Independencia y cerca de la Revolución… revolucioncita diría Rius.
CENTINELA
Jared Laureles
“Ni independencia ni revolución”
Quiero comenzar por citar las palabras adecuadas de Lorenzo Meyer publicadas en diario Reforma: “En un país donde la política parece de caricatura, la auténtica caricatura puede ser alta política”. Y es que no hay mejor síntesis que hacer de la ironía periodística una estrofa de poesía para pintar la reciente publicación de Eduardo del Río, Rius, 2010, ni independencia ni revolución.
La información y el periodista no son sólo reprimidos. La caricatura política también es objeto de ello. Rius se encuentra entre aquellos moneros que han sido censurados; pero hoy tiene un trozo de carbón ancho y páginas en blanco por esculpir.
Rius no lo esperaba, quizás pensaba que nos encontrábamos festejando la victoria de la Selección Mexicana frente a Bolivia como orgulloso mexicano, o que estábamos en el espectáculo vecino de luz y sonido, o enfriándonos la razón a golpes en la pista de hielo: se sorprendió al ver el grado de convocatoria para su exposición en la XXXI Feria Internacional del Libro (poco más de 350 personas, y otras tantas afuera sin lugar, llenaron la pequeña sala): “que alguien me haga el favor de decirles que ya no cabe otra pulga más”, dijo Rius.
La presentación del libro Ni independencia ni revolución llega para generar un brote en el pensamiento y la reflexión; da cabida a hacernos dos preguntas que se mencionaron en la exposición: ¿de dónde venimos? y ¿hacia dónde vamos? Así deberíamos concebir cada celebración de la independencia: reflexionando, analizando, preguntando, releyendo, observando, platicando.
Quiero retomar alguno de sus argumentos-propuestas –la más importante y significativa-que señaló durante la muestra para colaborar con la celebración del Bicentenario: “agregar al desfile de la Revolución el narcotráfico”; y es que no pudo ser tan patriótico y respetuoso, porque ya están los deportistas, militares y, el Presidente; pero se olvidaban de “El Chapo”: el narco consentido de éstos nueve años. Comparto con el maestro, el narcotráfico es una estructura que ha trascendido fronteras y es el único claro indicio de las grandes exportaciones que genera el país, finge como pilar económico.
La conmemoración del Centenario de la Revolución y el Bicentenario de la Independencia, son motivo de celebrar. De celebrar qué, ¿Independencia?; pues no que México necesita inversión extranjera para PEMEX y, en el menor de los casos, nuestra economía está golpeada por la crisis del país vecino. ¿Conmemorar la Revolución?, una revolución que sostuvo su fuerza en el pueblo para que llegara un “cabrón” a sentarse, que dicte y mande a redactar los libros de texto y creamos en la falacia de personajes de la revolución, su revolución.
Rius no es historiador ni investigador, pero en casi 200 páginas cuenta la historia de México, desde la prehistoria hasta el presente. Estamos próximos a las celebraciones patrióticas, con deslealtad política; de libertad, con Ciudad Juárez narco-militarizada; de Justicia, sin respetar los Acuerdos de San Andrés; y de orgulloso de ser mexicano, cuando no hay mexicano sin Estado de Derecho.
El 2010 para México pinta virtuoso: habrá eventos deportivos sobre Paseo de la Reforma; culturales, donde haya espacio para ello; espectáculos de luz y sonido; programas de televisión que hinchen el ego mexicano, y hasta un circo político que acabará por colmar la paciencia y esperanza del mexicano.
Es claro el mensaje, es nítida la caricatura: todo será festejo, celebración y alegría –con cargo al erario público-, pero no una digna conmemoración. La situación actual del país da propiedad para que, con las condiciones sociales, políticas y económicas, estemos lejos de la Independencia y cerca de la Revolución… revolucioncita diría Rius.
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